sábado, 27 de julio de 2013
Según los expertos, descubrir una doble vida de los padres puede llevar a repetir la conducta.
Algo se quiebra: un contrato implícito o explícito, un
pacto simbólico de exclusividad, especialmente en la cama, pero también
en la vida. Es una traición cargada de transgresión que trasciende a
los integrantes de la pareja e imprime sus ecos en los hijos.
La infidelidad no es homogénea. Hoy el espectro se
multiplica: las nuevas sexualidades le abrieron la puerta a un combo que
amplía y transforma las coordenadas de los encuentros y desencuentros.
Las peores infidelidades son las que instalan
duplicidad. Doble vida. Doble casa con familias paralelas. O doble
vínculo familiar: la infidelidad es con un integrante de la familia, por
ejemplo entre cuñados. O doble sexualidad: otra pareja, sí, pero con
alguien del mismo sexo.
A pesar de la apertura actual, los hijos quedan en
shock. Se incendia su mapa mental y emocional. Sienten la traición, que
es ajena pero los atraviesa. Y tienen que remontar la confianza perdida.
"Fidelidad e infidelidad son palabras que derivan de la
palabra fe", bucea en la etimología el doctor en psicología Javier
Camacho, autor del libro de divulgación Fidelidad e i nfidelidad en las relaciones de pareja. Nuevas respuestas a viejos interrogantes.
"La confianza de las personas es la que más sale
perjudicada: después de que una infidelidad es descubierta, la persona
engañada tendrá dificultades en volver a creer."
Y los hijos también quedan entrampados en una red de
fidelidades e infidelidades que pone en juego su propia trama de
confianza y su sexualidad, actual o futura.
Una investigación de un equipo de la Universidad
Charles, en la República Checa, encontró que la infidelidad paterna es
un factor de riesgo de infidelidad en los hijos varones. El "gen de la
infidelidad" también se expresó en la población estudiada por la doctora
en psicología Ana Nogales, quien lee esta repetición como "un intento
por resolver conflictos pendientes con sus padres".
La reacción de los hijos, además, discrimina por
género: "Los hombres cuyas madres han sido infieles tienen más tendencia
a serlo y las mujeres cuando sus padres lo han sido. La explicación se
centra en una falta de confianza en el sexo opuesto y dificultad para
establecer relaciones íntimas", opina la psicóloga, quien coordinó una
investigación que estudió la conducta infiel de adultos de distintas
nacionalidades, incluidos argentinos. Sus conclusiones fueron publicadas
en un libro -de edición reciente en inglés, ya que la psicóloga
argentina está radicada en Estados Unidos.
"La mayoría de las investigaciones señalan que en las
sociedades occidentales urbanas la relación entre la infidelidad en el
hombre y la mujer es de 3 a 1 o de 2 a 1. Para las mujeres que son
infieles, la principal justificación suele ser el amor y mucho más lejos
aparece el sexo; en cambio, en los varones ocurre a la inversa. A las
mujeres, en general, les afecta más que sus maridos se enamoren de otra;
en cambio, los varones se sienten más traicionados si su pareja tiene
sexo con otro", clarifica Javier Camacho, quien es coordinador de la
Fundación Foro, una institución de investigación y asistencia en salud
mental.
¿Y cómo se imprimen en los hijos estas infidelidades de
un padre hacia el otro? Bueno, la reacción de los hijos frente a las
infidelidades paternas depende de múltiples variables: edad y
personalidad, tipo de infidelidad, forma de enterarse y también si
aparecen involucrados.
"Cuando los hijos de alguna forma son partícipes de los
secretos de uno de los dos padres [y a veces de los dos], se sienten
que ellos mismos están traicionando. En ocasiones, sin darse cuenta,
pueden caer en la responsabilidad de tener que cuidar al padre o madre
que ha sido traicionado y esto no es saludable ni recomendable, ya sea
que el hijo tenga 8 o 28 años", sostiene la doctora Nogales.
El tema da para mucho y no es casual que tantas historias hayan sido contadas por la literatura y el cine, como la ya clásica Puentes de Madison
, que cristaliza una infidelidad de consecuencias emocionales
trascendentes entre una mujer aburrida de su vida monótona
-protagonizada por Meryl Streep- y un fotógrafo que pasa ocasionalmente
por su pueblo -Clint Eastwood, también el director-. Los hijos se
enteran siendo adultos, a través de la lectura del diario de su madre,
del renunciamiento que había hecho por su familia.
Mucho más trágica es la peligrosa pasión entre un
político inglés (Jeremy Irons) y su nuera (Juliette Binoche), con título
original Damage , pero traducida Una vez en la vida en la Argentina; Obsesión, en México; Herida, en España, y Pasiones peligrosas,
en Venezuela. El desenlace es la muerte -accidental o simbólica- del
hijo cuando descubre la relación prohibida entre su padre y su pareja.
Lo cierto es que estas historias se multiplican en
espectros infinitos porque las vidas le ganan siempre a la ficción. A
modo de ejemplo: un hijo que se entera del nombre de su padre biológico
cuando quien había funcionado como tal durante 17 años se niega a
otorgarle un permiso para viajar solo: "No te puedo autorizar porque no
soy tu papá..." Infidelidad que fue condición de su propio nacimiento,
pero que él vivió como un engaño imperdonable. ¿Resultado? Viajó cuando
la edad lo autorizó a hacerlo sin el permiso de su falso padre o ex
padre, o padre de hecho hasta que renegó de su condición... Y no volvió,
sino que se radicó en Europa.
El punto es que así en la ficción como en la vida, en
el juego de lealtades y traiciones que disparan las infidelidades "los
hijos pueden sentir temor a expresar sus sentimientos porque temen
perder definitivamente al padre o madre que ha engañado -agrega
Nogales-. En general, la persona que descubre la infidelidad siente una
profunda desilusión, puede que se culpe por errores propios y que tienda
a justificar al infiel, aunque lo más frecuente es que se reaccione en
forma agresiva, ya sea verbal o físicamente o mediante ironías, ésta es
una forma de manifestar la bronca, el dolor y la indignación".
Según Javier Camacho, en ocasiones "los padres cometen
las infidelidades delante de sus hijos, otras veces hablan
telefónicamente en su presencia, en otras oportunidades los hijos se
enteran por discusiones o peleas entre los padres que comienzan a
echarse en cara acusaciones cruzadas referidas al tema de los engaños.
En general, los chicos no tienen la capacidad de hablar de estos temas,
muchas veces porque sólo manejan ideas vagas respecto del tema, otras
veces porque tienen temor de hacerlo y piensan que si lo hacen, ellos
serán responsables de las posibles consecuencias. Si los hijos se
enteran de una infidelidad ya sea del padre o de la madre y el cónyuge
no está al tanto, es frecuente que ellos sientan que están traicionando
al progenitor engañado, porque se le juegan sentimientos contrapuestos
de lealtad para con su mamá o papá. Suelen sentir ganas de hablar para
poner sobreaviso al padre engañado, pero también temor de dejar en
evidencia al infiel y que la pareja se pelee o se separe por su culpa".
Los sentimientos contradictorios generan cortocircuitos
afectivos importantes en el momento y dejan marcas que condicionan la
vida emocional futura.
Las infidelidades responden a múltiples causas y, en
general, tienen una prehistoria de la que los hijos desconocen el guión.
Por ejemplo, una venganza porque el otro fue infiel antes o la
satisfacción de fantasías sexuales que no se animan con la pareja
oficial, etc., etc., etc. Son prehistorias de las cuales nunca es sano
que los hijos participen.
"Nuestros hijos no tienen por qué verse involucrados en
nuestros problemas de pareja, por lo menos, no debemos propiciarlo
nosotros en forma consciente y sería saludable que pudiéramos tratar de
preservarlos, manteniendo la intimidad de estos temas en el ámbito de
los adultos", opina Camacho.
La vida sexual de los padres no es territorio de los
hijos. Nunca. Más allá de las fantasías de asexualidad paterna que
suelen poblar la mente de los hijos de todas las edades.
"Si hubiera que contarles por qué se enteraron de algo,
es mucho mejor hacerlo nosotros directamente, sin mentiras ni rodeos,
pero tratando de responder lo que ellos preguntan, transmitiéndoles lo
que estén en condiciones de entender y asimilar en relación con su edad,
momento evolutivo y rasgos de personalidad de cada uno", considera
Camacho. Y Nogales, por su parte, opina que es necesario "hablar siempre
con la verdad, aunque sea difícil, sin entrar en detalles. Los hijos se
sienten traicionados por un padre o una madre que pasan a ser
percibidos como «traicioneros/as». Por lo tanto, mentirles a los hijos
diciendo que no está ocurriendo nada es volver a traicionarlos".
La verdad es siempre necesaria para merecer la
confianza nuevamente. Por otro lado, hay que saber escuchar sin
descartar los sentimientos de los hijos y pedirles perdón, si es
necesario, por haber herido sus sentimientos.
Según Nogales, "la verdad puede incluso ser ofrecida a
niños pequeños de acuerdo con sus preguntas y nivel de comprensión. El
padre que ha sido engañado no debe evitar la relación con sus hijos,
mientras que aquel que traicionó tendría que reconocer el dolor que ha
causado y pedir perdón. Es también importante que los padres que
atraviesan esta crisis puedan escuchar a los hijos y permitirles que
expresen sus sentimientos acerca de cómo les ha afectado".
Ambos profesionales destacan la necesidad de instalar
un espacio de escucha y sinceramiento no sincericida, que rescate un
valor que fue puesto en juego: la honestidad..
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